Si trazáramos la genealogía del término Democracia Deliberativa, nos encontraríamos con la figura de Joseph Besset (Held, 1990). Fue el primer investigador que acuño el concepto. Podríamos definirla como ¨cualquier conjunto de opiniones según las cuales la deliberación política de los ciudadanos libres e iguales es el centro de la toma de decisiones políticas legítimas y del autogobierno¨.(Bohman, 1998).

Habermas, uno de los pensadores más influyentes de la teoría moderna sobre democracia deliberativa, defiende una sociedad democrática donde la política y la comunicación forman un conjunto indisoluble y donde su legitimación no termina en el voto, sino a través de procedimientos deliberativos (Leroux, 2006)

Los defensores de la Democracia Deliberativa, la analizan desde una perspectiva que supone ¨un enfoque político centrado en la mejora de la calidad de la Democracia¨ (Held, 1990). En realidad se trata de  aumentar de forma cualitativa la participación política, y de inmiscuir a los ciudadanos en el proceso de la toma de decisiones. Pero no hablamos de una participación cualquiera, sino de ¨la introducción de procedimientos que  priman la información de preferencias justificables cuidadosamente consideradas, coherentes, situacionalmente abstractas y válidas socialmente (Offe y Preus, 1991). Por lo tanto nos referimos a una participación ciudadana en los asuntos públicos, sería, meditada y basada en razonamientos justificables.

La Democracia deliberativa viene a aportar al entorno político, algo que se ha perdido hace mucho tiempo, el debate público, además de  despertar el interés de la ciudadanía por la política, y a romper con la apatía en la que se encuentra sumida. Esta sentimiento de desafección de los individuos hacia la política, se manifiesta en un estado de  “alienación del ciudadano”, que aparece como causa de impotencia para abordar problemas políticos complejos y en un sentimiento de incapacidad desde la individualidad para la resolución de los mismos (Murillo, 1979: 38-41).

Held, en su libro ¨Modelos de Democracia¨ alude al ¨Principio de Reciprocidad¨, que  nos viene a resaltar la necesidad de hacer hincapié en el entorno cotidiano y en los procedimientos para la formación de preferencias y del aprendizaje dentro de la política y la sociedad civil (Held, 1990)  Es decir, debe basarse en un sistema de preferencias meditadas, la confrontación de opiniones y puntos de vista opuestos, y en la exposición de las diferentes  y múltiples opciones. Concretándose en una toma de decisiones basadas en el análisis del proceso deliberativo. No hemos de olvidar, que los ciudadanos  juegan un papel fundamental en todo el proceso, ya que deben aceptar como válidos, los resultados de la deliberación, y esta, debe llevarse a cabo entre ciudadanos libres e iguales (BOHMAN, 1998).

Los ciudadanos a través de herramientas que facilitan la participación política, exponen sus preferencias, ideas y propuestas, y los Gobiernos e Instituciones deben  analizarlas. Este examen podría servir de base para una correcta toma de decisiones, cimentada en la deliberación y el debate político, dentro y fuera de las instituciones, de manera conjunta y consensuada.

Los fundamentos que utilizan los teóricos de la Democracia deliberativa, están principalmente basados en las deficiencias de la vida política actual. Deficiencias comunicativas y de información, en cuanto a la transparencia, la toma de decisiones, el acuerdo político, y la ausencia de una representación clara de los intereses de los ciudadanos, que ha dado paso a una Democracia de Partidos, en la que el ciudadano se limita a ejercer su derecho al voto, cuando así lo marquen los respectivos calendarios electorales.

Citando a PRZEWORZKI, “los ciudadanos, queremos que los gobiernos gobiernen. Pero queremos que gobiernen en beneficio del interés de lo público, para representar los intereses de la sociedad, no los suyos propios, ni los de alguna minoría a la que pueden estar vinculados o comprometidos”.  Este es el verdadero sentido de la Democracia Deliberativa.

James FISHKIN, uno de los padres de la Democracia Deliberativa, se refiere en sus estudios a la apatía y el desinterés actual por la vida pública en las diferentes franjas del electorado, e incide en el elitismo de los partidos políticos y los grupos de poder (FISHKIN, 1991).  Esta realidad es el sustento de  la actual partitocracia, elites que son dirigidas por los grandes lobbies, y que  han dejado a un lado el proceso deliberativo, incluso dentro del ámbito Parlamentario.

La reacción de la sociedad ante el excesivo poder de los partidos, y ante la ausencia de   reglas que favorezcan la participación, se ha dejado ver con la aparición de los nuevos movimientos sociales, que buscan una mejora de la calidad democrática, y la generación de fórmulas que resuelvan los problemas de la ciudadanía,  y permitan la rendición de cuentas, lo que sin duda, aportaría un aumento de la confianza en el sistema.

Continuando con los argumentos de FISHKIN a este respecto, el autor incide en que, en las democracias contemporáneas ¨el debate se vuelve superficial, mal informado e irreflexivo, los votantes se hallan desconectados del proceso político debido a la alienación, la falta de compromiso y la complacencia. Nos encontramos ante una política electoral mediatizada, en la que las citas desplazan a los argumentos, los líderes se sitúan por encima de los principios y los candidatos se eligen “más o menos como a un detergente” (Fishkin, 1991).

No es suficiente para el sustento de la democracia, limitar la participación ciudadana al Derecho de sufragio, y más en un entorno político como el actual, donde los partidos manejan a sus anchas los escenarios de poder público.

Si tenemos en cuenta que el principal objetivo de la Democracia Deliberativa es convertir los inputs sociales particulares y colectivos, a través de un proceso de deliberación en decisiones políticas. Será necesario habilitar toda una serie de herramientas, que hagan posible esta transformación a través de una lista de procesos funcionales. En esta evolución, la deliberación juega un papel fundamental ya que nos permite “superar las limitaciones de las opiniones particulares y mejorar la calidad de  la toma de decisiones públicas por varios motivos”. (HELD, 1990):

  1. Al compartir la información y conocimiento, la deliberación pública ayuda a cambiar las ideas de las personas y mejorar su forma de entender los problemas complejos.
  2. La deliberación pública ayuda a descubrir, quien está detrás de determinados intereses sectoriales, y garantiza un objetivo ideológico.
  3. La deliberación pública puede sustituir el lenguaje del interés por el lenguaje de la Razón: (ELSTER, 1989)

Esta dimensión de la Deliberación aportada por HELD, nos lleva a pensar, que esta otorga una gran carga de legitimidad a los procedimientos y a las Instituciones. Por lo que es de vital importancia, dotar al sistema de las herramientas necesarias, que den soporte y sustento al proceso deliberativo en sí mismo.

Bien, la pregunta sería ¿Como instrumentalizar la Democracia deliberativa? ¿Cuales serían las herramientas y procesos adecuados para dar forma al proceso discursivo? Claro está, que ante estas preguntas caben varias respuestas. En primer lugar, los teóricos de la democracia Deliberativa, al contrario de los que defienden una postura más liberal, centrada en las preferencias privadas, abogan por centrarse en los procedimientos políticos y en la praxis social que ayudan a sacar a la luz, buenos argumentos y propuestas, justificaciones sensatas de las actuaciones y, siempre que sea posible, intereses generalizables (DRYZEK, 1990).

Y para ello sugieren, toda una amalgama de herramientas e instrumentos que fortalezcan el elemento deliberativo en las democracias modernas. Nos valdrían como ejemplo: las encuestas deliberativas, los días de deliberación, los jurados ciudadanos, foros populares, formación y educación cívica, grupos cívicos, etc.

Todos estos instrumento que favorecen sin duda la deliberación, se han utilizado con mayor o menor éxito. Lo que no cabe duda, es qué nos han servido muy  escasamente  para el robustecimiento de la calidad de la democracia, y sobre todo para el aumento de  la participación política y ciudadana.

Llegados a este punto, es necesario tener en cuenta los últimos avances en el ámbito de la Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC´s), y  evaluar si realmente pueden ayudar a un mayor desarrollo de la Democracia Deliberativa en las sociedades modernas y cómo pueden afectar a la “arquitectura de participación” (OREILLY, 2007).

 

Juan Manuel Roa.

 

Politólogo.

 

www.transparenicia-publica.com

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